viernes, 14 de octubre de 2011

Por revolver el gallinero

Habían pasado ya tres días que Antonio Carvajal no llegaba a su casa. Alejandra, su señora, sabía de sus vicios, pero siempre volvía. Ya estos días habían sido demasiados para sus libertinajes.

Pero le preocupaba mas el saber que el entorno manifestaba una fuerza en contra de lo que siempre había defendido su marido. Hace ya cinco días se produjo una revuelta en la fábrica, lugar donde trabajaba Antonio; “El Palote” le decían. Se vio metido en una discusión con gente de su sindicato por no acatar lo que los dirigentes proponían -”estas soluciones parecen más ayuda para el viejo de mierda que para nosotros” – replicaba con fuerza El Palote, mientras atrás se escuchaban cada vez mas fuerte los gritos de vendidos. Los ánimos empezaron a cambiar cuando llegó gente de confianza del dueño de la empresa y dispersando a todo el mundo le dijeron al Palote que tuviera cuidado camino a su casa, no vaya a ser que por revolver el gallinero, termine picoteado.

Dos días después de esa reunión del sindicato, El Palote acompañado del Tincao se fueron al bar del pueblo, un lugar no muy salubre, pero bastante cómodo para gestar conversas y discusiones más profundas al son de la guitarra de los cantores que se asomaban de vez en cuando o la música que sonaba a ratos por medio de la radio que sintonizaba la única estación radial disponible.

Esa noche era muy común hasta el momento, pero El Palote estaba intranquilo, se sentía aturdido por algo que rondaba en su cabeza. El Tincao también estaba con la gente que se apresuró en atacar a los vendidos, era por todos conocidos su capacidad de identificar gente que no era leal, por ello su mote. Esa noche ya comenzaba también a ser arisca con ambos amigos. Se miraron y supieron inmediatamente que algo andaba mal.

De fondo se escuchó el cierre de la cortina del local, las luces empezaron rápidamente a perder fuerza y la oscuridad del local empezó a agobiar a los amigos. El Palote vio entre las siluetas que lograba distinguir con mucho esfuerzo, el deslice de dos hombres altos, que con rapidez se tumbaron al Tincao, este emitió una queja y toció, este acto salpicó al Palote, la sensación de lo que emanó el Tincao era entre pegajoso y tibio. Antonio no atinó a nada, cuando se paró de la silla un golpe certero en un costado lo hizo llevarse la mano a las costillas, y sentir algo viscoso y tibio, más denso que lo que emanó el Tincao. El líquido que emanaba se desparramó de manera rápida, El Palote le gritaba al Tincao, pero este no respondía, pronto otro golpe dejó en blanco al Palote, esta vez ese golpe fue directo a la cabeza.

Tres días después Alejandra preocupada por su marido abrió la puerta y se encontró con los cuerpos de su marido y del Tincao, ambos mutilados y decapitados.

Lo único que sintió en su pecho fue el picotazo de las gallinas, esas mismas que se vendieron a un viejo de mierda.